Un gigante de ojos azules

- SOCIEDAD

Un gigante de ojos azules
Un gigante de ojos azules

Más allá de las repercusiones que puedan tener estas evocaciones, con el paso del tiempo me he dado cuenta que valorar el espíritu altruista de algunas personalidades de mi tierra, me hace mucho bien y me completa como persona, ya que configuran de alguna manera, parte esencial de mi idiosincrasia.

Desde que yo nací hasta hoy, mi pueblo ha cambiado bastante y como es obvio y natural, yo también lo hice. En esa metamorfosis pasaron cuestiones mejores y otras no tanto. Yo solo puedo reflejar aquellas que quedaron, mansamente marcadas en mi conciencia y en mi espíritu. Esto me absuelve de cualquier rigorismo o exigencia que intente encorsetar mi libertad de contar, lo que soñé, viví o sentí sobre mi gente.

Oscar Héctor ‘cabrito’ Costas, nació en Salta Capital el 31 de octubre de 1943. Estudió en la Escuela Normal de Salta. Fue docente de vocación, y a esta profesión la desempeñó a lo largo de toda su vida en Joaquín Víctor González, lugar donde se afincaron sus padres.  Se casó con Mary Esther Salvadores, que tenía un año menos. De esa unión nacieron sus 4 hijos: primero Oscarcito, nacido en 1969 después sigue María Fernanda, Silvina Andrea y Carlos Mariano, a quien Oscarcito le lleva 10 años.
Como docente 'cabrito' se desempeñó en el nivel primario en la escuela Martín Fierro y escuela de la China, junto al maestro Gustavo Sarmiento. En el nivel secundario se desempeñó como profesor de Educación Física y de Instrucción Cívica e Historia, en el Instituto Dr. Joaquín V. González. Fue también  Vicepresidente y socio fundador del Club Cultural, Social y Deportivo Dr. Joaquín V. González, que presidia don Mirto Albaizeta. Fue Secretario de Gobierno de la Municipalidad de González, Convencional Constituyente junto a Pedro Vicente Kairúz, en la reforma de la Constitución Provincial del año 1986. Además fue Supervisor de DINEA, Coordinador del plan Trienal de la provincia de Salta, Vocal del Consejo General de Educación y Sub secretario de Educación de la Provincia de Salta durante el gobierno de Hernán Cornejo.
También es oportuno mencionar que Oscar ‘cabrito’ Costas era el tercer hijo de Oscar Héctor Costas que nació en Tolombón el 7 de abril de 1904  y murió en Salta, el 26 de diciembre de 1982. Incluyo datos de su padre porque este médico fue también muy importante en la historia de nuestra comunidad, como así también, de toda la provincia de Salta. Don Oscar H. Costas fue un político y médico rural argentino, perteneciente al Partido Justicialista, que ocupó el cargo de Gobernador de Salta entre el 10 de enero de 1950 y el 1 de marzo de 1951. Fue director de Asistencia Pública de Salta y primer director del Hospital de Joaquín V. González, que en la actualidad lleva su nombre. Fue Intendente de Joaquín V. González en 1966, cargo que abandonó por motivos de salud de aquella localidad había sido rector del instituto secundario entre 1959 y 1961.

Volviendo a la historia especifica de nuestra personalidad destacada, es dable afirmar que los que conocieron a ‘Cabrito’ Costas, señalaron que era un ser humano maravilloso en muchos aspectos. Siempre atento a acciones en pos de  ayudar  al otro. Era un hombre diligente y pragmático, preocupado por sus alumnos y el club Dr. Joaquín V. González. Yo era todavía un niño cuando lo vi por última vez. Siempre me pareció un adulto de enorme grandeza, entre otras cuestiones, porque a pesar de mi corta edad, me concedía entablar con él interesantes diálogos, lo cual no era normal en aquella época. Los niños no teníamos casi chances de charlar u opinar con la gente adulta. Es más, cuando los adultos se disponían a dialogar, nos mandaban a jugar o a nuestro cuarto.  

Entre los que también tienen un recuerdo especial por ‘cabrito’ se encuentra Cayetano Podestá. Este músico entrañable y distinguido por su sorprendente manera de cantar, nos manifestó: “a mi familia y la de los Costas nos unía una gran amistad. Éramos de juntarnos a compartir todos los días, ya sea por comidas o porque alguno de nosotros estaba enfermo o tenía algún problema. Es bueno resaltar que el papá de ‘cabrito’, el Dr. Oscar H. Costas fue Gobernador de Salta en 1950 y mi viejo era el Director de Turismo de la Provincia. Cuando después vuelven a Joaquín V. González, yo ya tendría unos 14 años, vivíamos a poca distancia. Más precisamente a la vuelta de donde  aún sigo viviendo yo. Mi mamá los domingos hacia empanadas para una tropa que éramos en mi casa, y siempre me mandaba llevar una fuente bien llena de estas delicias para el Doctor y su familia. Para ellos era una maravilla recibir de Doña Mulata (mi vieja) ese ‘manjar de los dioses’.

Pero vamos hablar ahora de este personaje espectacular: el profesor ‘cabrito’ Costas. Él era una muy buena persona y amigo de todo González que supo ser mi profesor de Educación Física. El adorable ‘cabrito’ era una persona tranquila y amiguera. Con un trato muy bueno con sus alumnos. Tanto era así, que entre todos preparábamos cada año una exhibición de gimnasia de muy buena calidad. Principalmente para complacerlo a él y hacerlo quedar bien. Estaba presente todo el pueblo, porque se  vivía como fiesta que muchos de los que hoy peinan canas, todavía deben recordar. Como te decía, Oscar era un tipo servicial, y por aquellos años el lugar de encuentro de todos los días era el Hotel Mallorca. Su bar y restaurante eran adecuados para todos. Especialmente porque era muy familiar. Ahí lo encontrabas a ‘cabrito’ compartiendo siempre  con amigos. Entre sus virtudes más destacadas, tenía la de ser muy solidario y sociable de compartir constantemente con sus compañeros de ruta. En  verano teníamos la pileta de Meyer en Gaona, y de noche el bar del hotel donde se jugaba algún truco. Después  pasaron los años, y Oscar junto a su familia se trasladaron para vivir en Salta  Capital, y como yo siempre iba, era frecuente encontrarme con él, que a veces estaba acompañado de su hijo, y otras por su hermano o por algún amigo de la política que dicho sea de paso, fue su real pasión. Cuando murió Néstor Palermo  en Salta, lo trasladamos a Tucumán porque tenía sus padres y los demás familiares fallecidos ahí. Cuando regresé a Salta, fui a tomar un café a un bar frente a la plaza 9 de julio que todavía  creo que está. Me encuentro con ‘cabrito’ (yo no le decía así, lo llamaba siempre por su nombre), nos sentamos en  una mesa y me contó que Palermo era su Padrino y que quería hacer una misa para él, porque ellos se habían enterado de la muerte de Palermo por el diario, lo velamos un día en Salta y luego lo trasladamos a Tucumán. Nadie se enteró para participar de ese velorio. En ese momento ‘cabrito’ empezó a convulsionar y no podíamos reanimarlo hasta que llegaron los médicos de no sé dónde y lo empezaron a revivir. Yo pensé que se mejoraría pero luego de un rato, me contó su hijo que ya había fallecido. Yo ya estaba en malas condiciones debido a todo ese hecho, sin embargo me tocó comunicarles la mala noticia  a todos sus hermanos. Fue algo muy feo, ‘cabrito’ creo que no había cumplido 50 años. Al hablar de Oscar es importante para mi mencionar también a sus amigos permanentes, como ‘Vichi’ Kairúz, ‘Fino’ Córdoba, el ‘flaco’ Salvadores, Rody Díaz, el ‘Gallego’ Jaime Capllonch, el ‘Puma’ Rivas Lobos, Pablo Sarmiento, Raúl Bravo, y tantos otros más. Inolvidables personajes de este González hermoso”, finalizó diciendo ‘Caye’.

Blanquy Omar también se refirió a ‘cabrito’ Costas: “era una muy buena persona, con gran convicción por lo que hacía. Un ser humano muy querible. Su hermana ‘kuky’ fue mi madrina. Era el tercer hijo del Dr. Oscar H. Costas. Las dos primeras eran ‘kuky’ (Rosalba Genoveva) y ‘pícara’ (Lilia Amanda). Luego Oscar, Luis y Carlos.

El prestigioso médico José Gutiérrez, Director del Centro Regional de Hemoterapia de Río Gallegos y coordinador provincial de Sangre de la Provincia de Santa Cruz, realizó sus estudios primarios y secundarios en Joaquín V. González. También lo convocamos para que nos de su apreciación sobre Oscar, y esto fue lo que nos dijo: “Oscar ‘cabrito’ Costas, una persona de gran corazón, era amigo de sus alumnos y en el profesorado era muy instruido y versátil. Un hombre de buen humor y amigo de todos. Era una anécdota cada detalle de su vida. Una persona de simples gustos y humildad en el trato. Un hombre muy respetuoso y responsable en sus compromisos. En mi opinión, era amigo de sus alumnos y maestro en cada persona que tenía el gusto de tratar con él. Lo conocí, lo traté, fue profesor y amigo de todos sus alumnos, era consejero y siempre tenía una palabra de aliento. No le hacía falta más altura (Oscar era bajito) porque era un gigante en ser. Un gran ser humano. Oscar Costas es un grande aun hoy,  en el recuerdo de cada uno de los adolescentes de aquel entonces, y hombres y mujeres de hoy que lo conocimos, lo quisimos y lo respetamos”, terminó diciendo Gutiérrez.

Por otra parte, la ex intendenta de Joaquín V. González, Irma Pascuala Caro nos comentó. “Oscar fue mi profe de Educación Cívica y fue Secretario de Gobierno con el intendente Navarro. Un gran compañero, sencillo y humilde. Su actividad política y su militancia, siempre fueron potenciadas con su búsqueda de unidad dentro del justicialismo. Lo recuerdo muy respetuoso de los derechos ciudadanos de participación política”, manifestó la dirigente peronista.

Otro experimentado militante peronista, Lito Ybarra, dijo sobre Oscar: Él fue mi profe cuando yo tenía 15 o 16 años. Era buena persona, muy humano en sus pensamientos acciones. Peronista de los nuestros, porque no lo movía ningún interés personal. Un bohemio de la política. Un tipazo”, opinó Ybarra.

Finalmente, doña Gladys Londero de Córdoba recordó: “Oscar era el padrino de Ruly, mi compadre, muy querido por nosotros sobre todo por ‘Fino’. Un chico bueno de gran corazón, como toda su familia. Sincero, confiable, solidario de principios. Cuando se fue a Salta rara vez volvió, y perdimos mucho su contacto. Muy triste fue enterarnos de su muerte, y mi niño quedó sin padrino”.

Oscar ‘cabrito’ H. Costas falleció en Salta Capital a la edad de 50 años, el 20 de diciembre de 1993.

Anécdota de su hijo Oscarcito

Corría el mes de octubre, del año 1986 y las promociones de los 5 ° años del Instituto Dr. Joaquín V. González, de la cual era parte, nos encontrábamos ya dispuestos a partir destino a la ciudad de Carlos Paz. Como siempre, dentro de cada curso, había minúsculos grupos de amigos, los que compartían asado, fiestas, salidas, propios de la edad.

La noche previa, a la partida hacia la localidad cordobesa, coordinamos juntarnos en la confitería la Antártida de la familia Rubio, para ver la pelea de Marvin Hagler y si mal no recuerdo con John Mugabi. El hecho es que nos reunimos en el lugar, aproximadamente a las 22hs, en una de las mesas y obviamente, presuroso y diligente el mozo, nos pregunta que nos íbamos a servir. Nosotros pedimos gaseosas, una por las recomendaciones efectuadas por uno de los tutores de la gira, el profesor Costas y por el otro lado, la edad en la que rondábamos la mayoría 17, 18 años que para las épocas se podría decir éramos menores. Falacias, el material etílico, lo teníamos a resguardo y fuera del alcance del resto de clientes entre los cuales se encontraban conocidos, amigos de nuestros padres y hasta familiares. Transcurrieron los minutos… comenzó y terminó abruptamente la pelea. Nos retiramos, ya con los bolsos y bagayos en mano, hacia el lugar de donde partiría el colectivo de la gira.

Los tutores y profesores procedieron tomar lista de los alumnos viajeros. Las recomendaciones no estuvieron ausentes por parte de los padres y profesores sobre todo.

La voz que más sobresalía en esos momentos era la del profesor Costas, “alumnos, les recuerdo que es un viaje de fin de curso, vamos a pasarla bien, pero existen normas que debemos respetarlas, para que esto suceda. Queda terminantemente prohibido, la ingesta de cualquier tipo de bebidas alcohólicas, durante el viaje para todos los alumnos, bajo apercibimiento de duras sanciones disciplinarias, así que ya saben”.

Es de imaginar, ansiedad, expectativas, algarabía, ¡éramos y estábamos felices! algunos más que otros. Durante el viaje, por cuestiones de las condiciones deplorables de la ruta nacional 16, a algunos de nosotros se nos comenzó a secar la garganta y dosificamos con el analgésico letal.

El trayecto hasta la ciudad de Metán se nos hizo una eternidad y lo que nos faltaba. Al llegar a la ciudad de la miel, paramos para ir al baño, calentar agua o comprar café.

Particularmente no estaba en muy buen estado para hacerlo, menos sabiendo que los tutores estaban ubicados en el primer asiento del colectivo y yo tendría que recorrer desde el fondo para ir al baño, lo cual me urgía. Tomé coraje y avancé. Pasé sin respirar entre todos y llegué al baño. Qué alivio sentía, apoyado sobre una mano en la pared azulejada frente al mingitorio, sentía que alguien me tocaba insistentemente el hombro, a lo que yo no respondía pensando que era una más de las bromas de mis amigos. Ante la insistencia me di vuelta y que sorpresa, era mi padre. Evidentemente, la coloración de mi rostro debe haber pasado por todas las gamas de colores, superé automáticamente el estado en el que me encontraba... (alegrón). Mi padre, clavándome su mirada poco amigable por la circunstancia, lanzó su primer sermón: “¿qué fue lo que yo les dije en González? ¡Nada de andar tomando!”

No tuve otra alternativa más que acudir al humor espontáneo, contestándole: “vos dijiste, queda prohibida la ingesta de bebidas alcohólicas a todos los alumnos ¿verdad?, bueno yo soy tu hijo, no tu alumno”.

Frase que fue dócilmente retrucada, quedándome grabada a fuego: “con mayor razón, vos por ese motivo, tenés que dar el ejemplo”.

EL MAESTRO

Como un fantasma en el camino la silueta se disolvía, por medio de sunchales, quebrachos y el sol del mediodía, rumbo a la escuelita la China, desde González el maestro Costas partía.

Las sendas alfombradas con una espesa capa de polvo, eran gastadas en el monte arisco, a la ida presurosa por los chicos, que esperaban por el pan y el mate cocido.

Al llegar al lugar, ya se escuchaba su grito –ni el agua sacaron changuitos- se acercaba al  pozo y  se desgarraba el chillido, de la vieja roldana que trabajó por un cuarto de siglo. En el balde,  el agua fresca y cristalina se dormía, cuando la lluvia por meses se perdía.

Con el primer campanazo, se espantaban cardenales, pepiteros y aves de paso, a lo lejos se veían sus blancas palomitas rebosantes de alegría. A formar el maestro decía. -Y se paran bien derechos, que la bandera no es solo un lienzo, sino todo lo que se lleva en el pecho. 

Al flamear la enseña en el cielo, el monte entero hacía silencio y como un trueno pasajero se escuchaba, buenas tardes, maestro.

Maestro no ha de ser, el que lee derecho, el que suma o resta su sueldo, maestro ha de ser todo aquel que como mi viejo, le enfrentó al monte, al sol y al mal tiempo, de guardapolvo marrón y ceniciento, tal vez, salpicado de barro quebrachero, maestro de campo, ordenanza, director y cocinero y en los recreos de la vida, simplemente mi tata, mi gran maestro.

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