GABY, UNA MUJER AUTÉNTICA QUE DEJA HUELLAS POR DÓNDE CAMINA

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GABY, UNA MUJER AUTÉNTICA QUE DEJA HUELLAS POR DÓNDE CAMINA
GABY, UNA MUJER AUTÉNTICA QUE DEJA HUELLAS POR DÓNDE CAMINA

Hace tiempo que buscábamos la oportunidad de entrevistar a Gabriela Aguilera, y finalmente decidimos darnos el gusto en esta edición de agosto, que es la más importante del año por lo de las Fiestas Patronales y por el aniversario de nuestro medio gráfico.

Para quien no la conoce, podríamos afirmar que Gabriela es una mujer con personalidad fuerte e independiente, decidida a conseguir sus objetivos. No se sienta a esperar a que lleguen las oportunidades, sale a buscarlas. Una vida plagada de matices que quizás hayan sido la clave de su crecimiento constante, y el impulso esencial para esta nota.

¿Vos naciste en nuestros pagos?

Claro amigo, yo nací acá en González el 6 de septiembre de 1977. Mis viejos se juntaron muy jóvenes. Recuerdo que el lugar donde vivía antes, era al lado de la YPF que está ubicada como saliendo para Salta. Ahí mi papa tenía un taller en donde arreglaba vehículos, y tenía un camión Mercedes en el que salía a vender al campo. Además de mecánico, era vendedor ambulante. Recuerdo que vendía al por mayor, harina, azúcar y fideos. Allá le pagaban con plata o con cabritos, lechones, queso o quesillos.

Con mis hermanos nos llevamos casi por 2 años. Está mi hermana Gladys que es la mayor, mi hermano Ramón, después sigo yo, posteriormente mi hermano Alejandrito que falleció cuando tenía 3 años, y después 'la shulca' que es Mariela. Los que mencioné somos hermanos de padre y madre, porque después mis padres se separaron y tuvieron otros hijos.

¿Cómo fue para esa Gaby tan pequeña, la muerte de su hermano menor?

Fue muy doloroso. Tanto que hasta hoy cuando recuerdo ese momento, me emocionó hasta las lágrimas.

¿Qué pasó aquel día?

Recuerdo que al lado de mi casa vivía la familia Sisco. Ellos cargaban baterías y vendían soda. Mi hermanito vio un recipiente, pensó que era soda, y tomó de un vaso que tenía ácido. Eso le provocó la muerte. Y este hecho trágico, también tuvo mucho que ver, con la separación de mis padres, que se culpaban el uno al otro.

De esos días tengo la imagen de verlo a mi padre llegar a la casa, con el velorio todo armado por la muerte de mi hermano. Me acuerdo de las guirnaldas blancas y negras que estaban colgadas de una sábana. En ese tiempo tenía 5 años y mi hermanito 3 años. Nosotros siempre que papá llegaba en el camión era para ir a recibirlo. El estacionaba y nosotros ya sabíamos porque él hacia un sonido con el camión para pararlo, daba como una acelarada y lo paraba. Nosotros escuchábamos y salíamos corriendo gritando papi, papi, para recibirlo.

Esa vez es como que yo sabía a pesar de ser muy niña, pero asimilaba que mi hermanito era el que estaba en ese cajoncito y cuando vemos que para el camión, porque a mi papá no le habían dicho, no sabía que había fallecido, solamente le comunicaron por radio que baje porque su hijo estaba grave.

En el trayecto, había tenido inconvenientes cuando él venía. Había llovido en esa época, se volvió caminando a buscar un señor en los pozos para que lo tire con el tractor, y pudo salir. Así que cuando mi papá se bajó del camión estaba todo embarrado. Nosotros salimos a recibirlo y el empezó a alzarnos uno por uno, como solía hacer siempre, aunque ya se daba cuenta por la gente y porque se veía desde el frente la situación, que había un velorio en la casa. Para él era pensar cuál de sus hijos faltaba. Me alzó a mí, a mis hermanos, y en un momento él dijo: “mi changuito”, o algo así. Tal como le decía habitualmente a mi hermanito. Y fue en ese momento cuando se dio cuenta cuál de sus hijos era el que había fallecido.

Gaby levantó su cabeza, luego me miró con sus ojos llenos de lágrimas y me hizo un ademán como para que continúe preguntando, y le dije: ¿Después que pasó con tu papá?

La gente lo empezó a saludar, a darle el pésame, y él se arrima al cajón y lo quería alzar a mi hermano. Entonces recuerdo tan clarito, me quedó grabado en la mente que él lo quería alzar y un señor que creo que era Don Chichí Navarro, compadre de mi papá por ser el padrino de mi hermanito, dijo “déjenlo que se despida tranquilo”. Así que ahí lo dejaron, y él lo levantó y se fue al fondo donde había un árbol grande y ahí cayó sentado con mi hermanito y después ya no me acuerdo más de esa situación.

¿Qué rasgos de esa niña que fuiste, reconoces en la mujer que sos hoy?

Poco te diría. De chica siempre fui sumisa y callada. Yo era la que se sentaba al último, la miedosa, la temerosa. Quizás fue por mi forma de vida, por no tener mucha atención. 

¿Fue una época de carencias económicas en tu casa?

Cuando estábamos con mi papá era como que nos sobraba todo. Lo que hoy es un tele de 50 pulgadas en ese entonces era uno de 24, y a ese lo teníamos nosotros. Un lavarropas no era común ver en cualquier familia, sin embargo nosotros lo teníamos. Cuando se separaron mis padres, nuestra economía fue en decadencia. Mi mamá nos mandaba a la escuela Martin Fierro, porque ahí nos daban de comer y solventaba un poco el gasto de ella, que se había quedado a cargo de nosotros 5, y empezamos a vivir en diferentes lugares. Cuando estuvo mi papá con nosotros, nada nos faltó. Era el que siempre llevaba la plata a la casa y tenía 2 trabajos. Después cuando se separaron, empezamos a vivir de un lado para otro alquilando. En mi niñez me tocó afrontar muchas cosas difíciles. Pasé de tener todo lo necesario para vivir comodamente,  a tener necesidades y que nos falten cosas. Porque mi madre quedó sola con nosotros y éramos varios hermanos. Recuerdo que había una empresa que se llamaba Sopac, donde ella trabajaba de las 7 de la mañana a las 12 de la noche, y todo ese tiempo quedábamos solos y teníamos que cuidarnos entre nosotros. Pero, a decir verdad, era mi hermana mayor la que veía por todos. 

¿Cuándo notaste que tu personalidad iba dando un giro decisivo?

Yo al principio era tímida, era de quedarme callada, de dejarme humillar. En el transcurso de la vida fui aprendiendo que si yo no me defendía, cualquiera te podía tratar mal. Cuando tuve 9 o 10 años decidí irme de la casa de mi mamá. Agarré una bolsita de nylon y me crucé todo González preguntando donde vivía mi papá, que se llamaba 'Chicho Aguilera', que era mecánico y lo conocían mucho. Preguntando llegué a su casa y le dije que me quería quedar a vivir con él. Él me dijo que no porque no podía tenerme, tenía otra mujer y todo eso. Me llevó a mi casa, mi mamá se enojó, me reprendió y me llevé una buena cagada. Poco después, le dije de nuevo que yo no quería estar ahí y me fui de nuevo. Le dije a mi papá que me quería quedar y ahí empecé a tener un poquito de carácter. Yo quería estar ahí con él, era muy 'pegota' a mi padre, así que le dije que prefería morirme antes de volver a mi mamá. Yo me quería quedar con él, porque no me sentía bien en otro lado que no sea cerca suyo. Así fue que mi padre me dijo: “quédate hija, no quiero que te pase nada, ni quiero perder otro hijo”.

¿Te sentís una mujer resuelta y combativa?

Absolutamente. Yo empecé a trabajar siendo una niña con 12 o 13 años, porque sabía que tenía que rebuscármela para mis gastos. Porque cuando uno tiene padres separados sentís que cada uno formó su familia y que vos quedaste en el medio. No tenés realmente un hogar. Ahí me di cuenta que tenía que tratar de salir adelante y buscar el bienestar para mí. Nunca baje los brazos y siempre traté de superarme en la vida. Quería estudiar pero mis padres no me daban la posibilidad de hacerlo, entonces decidí hablar con una preceptora que falleció pero que aún la tengo en mi corazón y la recuerdo con mucho cariño: fue la preceptora Mari Telles. que una vez le dije que quería estudiar, pero que mis padres no estaban juntos, y le expliqué la situación. Ella me dijo: “cuándo vos necesites algo, pedime a mí”. Lo que necesites para estudiar pedime a mí, porque acá nosotros tenemos para ayudarte. Cuando me faltaba algo yo iba a preceptoría y ella me daba una mano siempre. He tenido también profesores muy buenos. El profesor Pacheco, que lo recuerdo con mucho cariño, siempre me apoyó como también su señora, Zulema. He sido muy abierta y podía charlar con ellas, me dieron el lugar para poder comentarles mi situación y me daban una mano. Sabía que si no pedía ayuda no iba poder seguir adelante. Le agradezco de todo corazón a todos ellos y a la escuela Técnica porque fui muy acompañada.

¿Cómo te enamoraste de Eduardo?

En el transcurso de ese tiempo, cuando iba a 3º año conocí a quien hoy es mi esposo. Fue la persona de la que me enamoré. Él tenía 19 años y yo 15. Después me quede embarazada y me casé el 7 de octubre de 2016. En mi caso no tuve mucha atención, por ahí no me enseñaron como son las cosas de la vida, y por eso quedé embarazada tan joven. Aunque para mí no fue un error porque de ahí vino mi hija Melina, que es la mayor y que hoy tiene 27 años.

¿Cuál es el balance que haces de tu vida?

Yo siempre digo que en la vida uno no nace con un carácter, sino que uno forja la manera de ser de acuerdo a las situaciones que te toca vivir, y no todos tenemos las mismas fortalezas para afrontarla. Hay gente que quizás por sufrimientos y cosas que ha pasado en su camino, se tiran al abandono y no salen adelante. Pero también hay gente que debido al sufrimiento sacó más fuerzas y más ganas de lucharla, de no rendirse y no dejar que ese dolor te venza. Yo pasé mucha tristeza cuando fui niña, pero con los años fui creciendo y forme mi familia. Pero no todo es color de rosa. Hasta tuve un intento de suicidio en una etapa durísima, pero después de pasar por eso me dije: “de ahora en más voy a ser fuerte por mis hijas, no me importa más nada, que la gente o el que quiera diga lo que diga pero voy a salir adelante”. Desde ahí forjé más mi carácter de luchadora y aprendí a defenderme, a salir adelante y no rendirme. Hoy lo que más me gusta es compartir con mi familia, sentirme querida. Me llena mucho ayudar en lo que pueda, a amistades y a la gente en general.

¿Alcanzaste la felicidad?

En cierto sentido creo que si. Me hace bien ayudar porque creo que esa es parte de mi esencia. Valoro mucho de las personas su sinceridad, su honestidad, y que sean directos. Valoro muchísimo la amistad, el cariño, el amor de familia, el aprecio que te pueden dar, y trato de estar siempre para la persona que me necesite. Nunca dejo, que a pesar de que por ahí me han pagado mal, yo cambie mi forma de ser. Sigo siendo la misma persona, no tan confiada pero sigo siendo lo mismo y siempre voy a estar para el que me necesite realmente.



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