Noche bizarra de santos y de vírgenes

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Noche bizarra de santos y de vírgenes
Noche bizarra de santos y de vírgenes

No recuerdo exactamente la hora, pero seguro que eran más de las 9 de la noche del sábado 6 de agosto, porque mientras estaba saliendo de ducharme, escuchaba la voz de los locutores dando la apertura de una jornada más de este Agosto Cultural y Religioso 2016 en Joaquín V. González.

Yo escuchaba lo que estaba sucediendo, pero no miraba la pantalla del televisor porque me estaba preparando para ir hasta el Complejo Deportivo Municipal, lugar elegido para el desarrollo de estas actividades, y que está ubicado a escasamente una cuadra de mi casa.

Sin embargo, levanté la mirada sorprendido cuando escuché la voz de uno de los animadores que decía: “gracias por venir, gracias por estar aquí por primera vez compartiendo junto a nosotros, estos festejos patronales. Gracias Virgen de Urkupiñaaaaa”.

Todo bien con la Virgen de Urkupiña, pero sonó extraña la forma como la presentaba. Como si estuviera ella ahí presente de carne y hueso, en medio de sus fervientes devotos que son muchísimos. Pero también, en medio de los festejos en honor a otro santo: Santo Domingo de Guzmán.

Me despojo de ese momentáneo asombro y continúo con mi plan para esa noche. Cargo a Lisandro en mis hombros y encaro para la fiesta. Llego al lugar, y saludo a dos amigos que me comentaron que hacía un par de días que habían vuelto de los festejos en honor a la Virgen de Huchana. No hubiese hecho falta ningún comentario ya que uno traía una remera con su imagen, que se veía claramente porque todavía no hacía frío y a la campera la tenía atada a la cintura. El otro, para no ser menos, me mostraba un llaverito con la imagen de la Santa, moviéndolo como un péndulo cerca de mi nariz.

"Chau, chau, después nos vemos", les dije. Me despedí de los changos presuroso porque Lisandro no paraba de insistirme que lo lleve a ver la lata inflable de coca- cola, que no es de lata sino de goma y enorme, y que estaba a la par de la ambulancia de Setramed. Lo saludé a Mauro que estaba apoyado en la parte frontal del vehículo, y seguí caminando.

Fuí bordeando las vallas de seguridad, buscando un lugar para ingresar a la parte trasera de escenario donde estaba Neco Barreira transmitiendo para la Intercom. Cuando encontré el hueco de ingreso y me dispuse a entrar, observé a una mujer sentada al lado de una mesita (como escritorio) que tenía encima un par de cajitas con cientos de estampitas, que al parecer las vendía o las regalaba. A decir verdad no le pregunté.

Miré al Santo pero sin detener mi presurosa marcha hacia el escenario. Sin embargo, cuando caminé unos metros, no pude hacer otra cosa más que volverme atónito sobre mis pasos para corroborar lo que había visto. Quiero aclarar que cualquier persona que lea esta nota va a suponer que las estampitas que estaban allí en la mesa correspondían a Santo Domingo de Guzmán. Pero no, si lo pensaron, le erraron como de acá a la luna ¡Las estampitas tenía la imagen de San Cayetano!

Bueno, intuyo que se estarán sonriendo y está bien, porque todo lo que acabo de referir no tiene nada de malo. Solo risible y bizarro. Porque en definitiva lo que este artículo pretende, es simplemente hacer notar lo bizarro que somos los gonzaleños. Pero no bizarros por lo valientes o gallardos, sino bizarro en el sentido que se le da hoy a esa palabra, luego de haberse tergiversado con el tiempo, y que significa extraño, extravagante o atípico.

De alguna manera es lo que somos, y sería absurdo reprochárnoslo, porque forma parte de nuestra identidad. Es por ese motivo quizás, que somos tan especiales y que esas particularidades que tenemos, cautiven a quienes vienen de paso, y después jamás desean marcharse.

Por eso mis amigos, estoy seguro que la del sábado fue una noche bien nuestra, bien gonzaleña. Una noche alegre y multicolor. Y sobre todo, una noche bizarra de santos y de vírgenes.

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