Esa cursilería que es hablar del amor

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Esa cursilería que es hablar del amor
Esa cursilería que es hablar del amor

De esperar llamadas y mensajes, de llorar ausencias y buscarla en cualquier terminal de ómnibus, de no encontrarla y no creerlo, de pensar en su nombre.


De volver a pensarlo. De escribir notas y guardarlas en libros. De estómagos encogidos y fuerzas que flaquean, de inseguridades y miedos, también de alegrías y una felicidad inexplicable.

De mirarla de reojo cuando veo la tele en el sofá, de abrazarla por la noche aunque se me duerma un brazo, de reconocer su olor por encima del de la gente, de agarrarle la mano y saber que no le hace falta nada más. De volverse excesivo y superlativo, de jurarle la eternidad, de entregarle la vida, de rasgarse el interior a pedazos y echárselo a sus pies. De compartir días y comidas, noches y aniversarios. De celebrar y llorar, de querer y quererse, de estar y ser. De ser uno siendo dos, de ser dos siendo uno ¡Cuántas bobadas!

De pelearnos y reencontrarnos, de ponernos seudónimos y olvidarnos de nombres. De pensar que todo es mejor desde el día que empecé a amarla. Que todo encontró su lugar y agarró su camino. Esa cursilería de hablar del amor. Qué poco moderno y cuánta falta me hace. Nos hace.

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