“La patria la escribió ella” (por Blanqui Omar)

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“La patria la escribió ella” (por Blanqui Omar)
“La patria la escribió ella” (por Blanqui Omar)

Juana Manuela Gorriti es considerada como la primera novelista sudamericana. Con su trayectoria de vida y pesares escribió la patria, y al mismo tiempo, la patria la escribió a ella.

Había nacido un 16 de julio de 1816, en tiempos de las luchas por la independencia, en el campamento fortificado de los Horcones en Rosario de la Frontera-Salta. Su padre, José Ignacio Gorriti fue el principal lugarteniente de nuestro héroe gaucho Martín Miguel de Güemes y, su sucesor en la gobernación de nuestra provincia. Vivió en su infancia las sucesivas invasiones realistas a la provincia, la lucha de los “Infernales” y padeció los enfrentamientos entre las ideas de la ¨Patria Vieja” a la que adhería su padre y la “Patria Nueva” de los opositores a Güemes. Algunas de esas vivencias quedaron registradas en sus escritos, como la llegada de Güemes a su casa: “Delante de la puerta se hallaba un grupo de hombres del campo y algunos soldados que al verlo llegar se precipitaron a su encuentro, gritando con delirante entusiasmo ¡Güemes! ¡Güemes! ¡Viva Güemes! ¡Viva nuestro General! Y lo rodearon unos de rodillas, descalzándole las espuelas, otros besando sus manos, otros el puño de su espada. Mi madre, seguida de sus hijos corrió abrazarlo con la ternura de una hermana (…)

¿Y mi niño?, gritó la madre pálida y sin aliento, mi pobre Rafael ¿qué habrá sido de él? Sin embargo Güemes logró calmar la angustia de mi madre, asegurándole que el niño llegaría sin ningún peligro a los brazos de su padre pues la guerra, al aproximarse a su fin, se había regularizado, y no existía ya en ella el vandalaje. Muy lejos estaba él de esa convicción que fingía para consolar un dolor que su hermoso corazón comprendía muy bien. Entretanto, la noticia de su presencia en Horcones se esparció con increíble rapidez y en menos de una hora, la casa y sus cercanías estaban llenas de una multitud ansiosa que pedía con gritos entusiastas la dicha de contemplar al héroe, ídolo de los corazones y columna de la patria. Él les salió al encuentro, afable y sencillo en su grandeza, tendiéndoles los brazos y llamando a todos por sus nombres, con esa prodigiosa memoria que sólo poseen capitanes, y que tan mágico poder ejerce sobre las masas populares”.

Su padre, de tradición federal, debido a las disputas interprovinciales lo llevaron a quedar alineado en la Liga del Interior unitaria que, desde Córdoba, la encabezaba el líder José María 'El Manco' Paz. Al ser capturado, en mayo de 1831, por las fuerzas federales, la familia Gorriti debió exiliarse en Tarija, Bolivia. Juana Manuela en plena juventud fue alejada de su patria a causa de las guerras civiles.
En esta ciudad Juana Manuela conoció al joven capitán Manuel Isidoro Belzú. Se casaron en 1833 en La Paz. Tuvieron tres hijas, una murió siendo pequeña. Belzú llevaba una intensa vida militar y política en el contexto de las 'convulsiones de los nuevos estados americanos'. Mientras tanto Juana Manuela, con sus tertulias, empezó a ser conocida en las ciudades de Sucre (antigua Chuquisaca), Oruro y la Paz donde sucesivamente residió. Cuando a su esposo lo designaron gobernador de Cobija y viviendo un tormentoso matrimonio Juana Manuela se separó en 1843. Decidió radicarse, con sus dos hijas, en Lima.

Creó una escuela para 'niñas'. Les enseñaba a leer y escribir. En 1845, La Revista de Lima, publicó su primera narración 'La quena'. Fue el primer texto narrativo publicado por un autor nacido en lo que hoy es argentina. Otra publicación fueron los folletines sudamericanos Peregrinaciones de un alma triste. En 1855 Belzú fue elegido presidente de Bolivia. Intentó reconciliarse con Juana Manuela pidiéndole que regresara, pero ella se negó. Pero cuando en 1865 Belzú fue asesinado, en su intento por recuperar el poder, Juana Manuela volvió a La Paz a reclamar el cadáver de su marido y a organizar a sus seguidores, que la llamaban 'Mamay'. La revuelta no prosperó y fue derrotada. Juana Manuela regresó al Perú en forma clandestina para no ser detenida.

Ya en Lima fue el centro de la 'bohemia' local y muy respetada por el mundo limeño literario.

Tras la caída de Rosas, su nombre empezó a conocerse en Buenos Aires. En 1874 regresó a su patria. Publicó Panoramas de una vida, dos tomos en los que incluyó los relatos de las guerras civiles sudamericanas, una biografía de su exmarido Belzú y sobre Camila O´Gorman. Su producción literaria recorrió Perú, Colombia, Ecuador, Madrid y París. Como incansable viajera recorrió Bolivia, Perú, Argentina, Chile y Ecuador. Los dolores y la pena la abrazaron con la muerte de sus hermanos y de sus hijas. En 1886, a los 70 años viajó en tren a Rosario de la Frontera. Luego siguió el viaje en carruaje.

Sus obras retratan a personajes femeninos pero como un nuevo femenino. Mujeres capaces de tomar decisiones en sus vidas, desafiar normas en la formación de niñas dóciles para ser educadas dentro de sus reales existencias, mujeres independientes, contestatarias y autónomas. En la novela breve El pozo de Yocci (1869), la autora plantea el fatalismo que guía a sus personajes a destruirse a sí mismos, dentro de una atmósfera siniestra con conciencias torturadas, castigadas con el delirio y la locura por el crimen. En La tierra natal (1886) narrará en primera persona su pasado recuperado por la escritura, la memoria y una intensa nostalgia. Era el retorno a su tierra, Rosario de la Frontera, en el tren que la llevó por Tucumán y sus cañaverales, por sus postas que ahora tenían techos de zinc evitando las vinchucas. El río Piedras y el Pasaje-Juramento que se desplazan por montes limitando al Chaco imponente serán los ríos simbólicos que los atravesará y que a su vez la atravesaran en su memoria y en su corazón. Se reencuentra con los topónimos amados 'del mapa geográfico y de la nostalgia': Campo Santo, El Bordo, Chilcas con la ruta mágica de las leyendas y supersticiones. Con tristeza encontrará a conocidos y amigos de su infancia y juventud y las ruinas de su casa paterna. Seguirá, como decíamos anteriormente, su viaje en una diligencia que transita por un camino de tierra.

Su viaje al pasado está marcado por las guerras fratricidas, por los caudillos y mazorqueros, rememorará la historia de su padre y sus tíos en las luchas por la independencia. Al llegar a la ciudad de Salta se encontrará con amigas de la Escuela Normal de Maestras y a su hermano, su ñaño, al hijo del General Güemes que es Luis Güemes quien la acompañará en a retornar a los espacios de las existencias humanas evocadas a través de las escrituras.

En su libro (1890) La cocina ecléctica, traducido a varios idiomas, transcribe recetas de platos tradicionales, criollos y europeos, recopilados de parientes, amigos y conocidas en América. Será la esfera del hogar y nuestra identidad representada en la comida. Los títulos de las recetas/manjares son novedosos: gracejos y reflexiones, sopa salteña, sopa teóloga, sopa de tortuga y de camarones, dorado a la San Martin, empanada de fiambre, sábalo a la mimosa, entre otros.

Entabló una gran amistad con el escritor peruano Ricardo Palma, y con los escritores argentinos de la generación del 80, como Rafael Obligado, Juana Manso, Carlos Guido Spano y Calixto Oyuela.

Su triste reflexión sobre la guerra civil nos sigue asombrando porque atravesó su vida:

“Los héroes de la independencia, una vez coronada con el triunfo de su generosa idea conquistada la libertad, antes que pensar en cimentarla, uniendo sus esfuerzos, se extraviaron en celosas querellas y arrasando a la joven generación en pos de sus errores, devastaron con guerras fratricidas la patria que redimieron con su sangre. Olvidados de su antigua enseña: Unión y fraternidad, divididos por ruines intereses se volvieron odio por odio, exterminio por exterminio. Un nombre, un título, el color de una bandera pusieron muchas veces en sus manos el arma de Caín, que ellos ensangrentaron sin remordimientos, oscureciendo con días luctuosos la hermosa alborada de la libertad”.

Falleció en Buenos Aires en 1892. Sus restos se depositaron en el cementerio de La Recoleta en la cripta de la familia Puch. En el año 2006 por la insistente iniciativa de la profesora Fani Ceballos de Marín sus restos fueron trasladados y depositados en el Panteón de las Glorias del Norte, en la Catedral de Salta.

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