Convivencia tras la oscuridad: las lecciones del pasado

- SOCIEDAD

Convivencia tras la oscuridad: las lecciones del pasado
Convivencia tras la oscuridad: las lecciones del pasado

La historia nos proporciona una brújula invaluable para navegar el presente. Al examinar el pasado, podemos identificar tendencias, entender los orígenes de los problemas contemporáneos y comprender las decisiones que han llevado a la humanidad a momentos de profunda oscuridad. El desarrollo de una mirada crítica de hechos históricos nos permite distinguir patrones de discriminación, desigualdad y abuso de poder. Se torna necesario hacer una revisión crítica de la realidad en clave con las lecciones del pasado.


En el año 2000, el Consejo Federal de Cultura y Educación de Argentina resolvió declarar el 19 de abril como Día de la Convivencia en la Diversidad Cultural en homenaje a las víctimas del Holocausto y en recuerdo del levantamiento del Ghetto de Varsovia. El objetivo de esta conmemoración es establecer que en las escuelas y colegios se lleven a cabo actividades que tengan como objetivo afianzar el aprendizaje de la tolerancia, del respeto a la otredad y de la convivencia en la diversidad cultural como valores fundamentales de la vida democrática. 

Al indagar en el pasado, nos enfrentamos a un gran desafío: examinar nuestra propia responsabilidad como individuos y como sociedad en la construcción de un mundo más inclusivo y respetuoso. ¿Estamos contribuyendo activamente a la creación de un entorno que fomente la diversidad y la convivencia armoniosa, o permitimos que el miedo y la intolerancia se arraiguen en nuestras acciones y decisiones? ¿Hemos asimilado verdaderamente las enseñanzas del pasado o seguimos perpetuando patrones de comportamiento destructivos sin siquiera ser conscientes de ello?

El Holocausto no fue un evento aislado, sino que fue la materialización de un proyecto político que legitimó un largo proceso de deshumanización y odio. Es decir, lejos de ser inevitable, el holocausto fue el resultado de una serie de decisiones y acciones humanas. Tal como sostiene Bauer (2016) “la historia de la humanidad está teñida con sangre”. 

El exterminio planificado 

Cuando nace el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán como un movimiento político organizado en 1920, tenía dos bases consolidadas: el anticomunismo y el antisemitismo. Este partido tuvo un crecimiento exponencial llegando a más de un millón de afiliados en muy poco tiempo. El discurso del partido canalizó grandes demandas de la época, sobre todo las que referían a la situación económica y a las medidas impuestas en el Tratado de Versalles. La participación del Partido Nacionalsocialista en las elecciones resultó en una victoria aplastante, obteniendo la mayoría en el Parlamento. Una vez en el núcleo de la esfera política, pudieron iniciar con la ejecución de su proyecto de gobierno que liquidó progresivamente las instituciones democráticas y perpetuó los que llamaron “Estado de excepción”.  

En 1935 se promulgaron las Leyes de Nuremberg, el marco jurídico que permitió, por un lado, identificar a la población judía (a través de la Ley de Ciudadanía basada en criterios sanguíneos de ascendencia racial), y por el otro, expulsar progresivamente a la comunidad judía de la escena social y política, impidiendo entre tantas otras cosas, el ejercicio de su profesión, el acceso a cargos públicos y la posibilidad de adquirir bienes o contratar con no judíos. 

Dentro de la ambiciosa agenda geopolítica de la Alemania nazi, la ocupación de Europa se erigía como pieza fundamental. Para ello, se lanzaron a la invasión de diversos países, incorporándolos al Tercer Reich bajo su sistema normativo. Así mismo, el gobierno alemán diseñó un dispositivo de control para aislar y segregar a la población judía, en los llamados guetos. Estos espacios albergaban a la comunidad judía en pésimas condiciones de hacinamiento y salubridad, y en la escasez total de recursos, despojando a la población de la posibilidad de cubrir sus necesidades básicas. En 1940, se crea uno de los guetos más densamente poblados: el Gueto de Varsovia, en Polonia. 

Bajo el nombre “Solución Final” se ejecutó el plan de exterminio sistematizado de la población judía en los Campos de concentración. Para los residentes del Gueto de Varsovia, el destino último era Treblinka, que, a diferencia de los otros campos, este no albergaba personas, sino que las trasladaba directamente a las cámaras de gas. En pocos meses miles de personas fueron deportadas de Varsovia a Treblinka.  

En conocimiento de esta operación, en 1943, habitantes del gueto de Varsovia, orquestaron y ejecutaron un levantamiento en contra de las fuerzas nazis. A pesar de las condiciones infrahumanas, la desnutrición y la falta de armamento apropiado, desafiaron a un enemigo superior. Siendo la muerte y la derrota una realidad palpable, la rebelión buscaba enviar un mensaje. Tal como señala Arent (1963) “la gloria (…) radicó precisamente en que los judíos renunciaron a la muerte relativamente fácil que los nazis les ofrecían, a la muerte en la cámara de gas o ante las ametralladoras”.

“El triunfo de las SS exigía que las víctimas torturadas se dejaran conducir a la horca sin protestar, que renunciaran a todo hasta el punto de dejar de afirmar su propia identidad. Y esta exigencia no era gratuita. No se debía a capricho o a simple sadismo. Los hombres de las SS sabían que el sistema que logra destruir a su víctima antes de que suba al patíbulo es el mejor, desde todos los puntos de vista, para mantener a un pueblo en la esclavitud, en total sumisión. Nada hay más terrible que aquellas procesiones avanzando como muñecos hacia la muerte” (Rousset, 1947 en Arendt, 1963). 

(Rousset, 1947 en Arendt, 1963). 

Es por esto que el levantamiento y la resistencia de la población judía de Varsovia están cargadas de un simbolismo de honda resonancia y trascendencia. Más allá de la acción militar en sí, este levantamiento nos confronta con la anatomía del poder totalitario. Los nazis crearon un aparato burocrático estatal, acompañado de un plexo normativo y una adhesión o apatía social a través de un discurso que redujo a los judios a un objeto deshumanizado justificando así su eliminación. No obstante, esta deshumanización, al negar la individualidad y la dignidad de las víctimas, acabó por corromper y despojar la propia humanidad de los opresores. 

Esta paradoja se materializa de manera palpable en la banalidad del mal, concepto acuñado por Hannah Arendt en su libro de 1963 titulado “Eichmann en Jerusalén”. Allí describe cómo el poder político pudo trivializar el exterminio de seres humanos al convertirlo en una tarea burocrática, eliminando cualquier atisbo de compasión o remordimiento. Arendt (1963) al analiza la figura de Adolf Eichmann (uno de los principales responsables del Holocausto) concluye que el mal no es siempre el resultado de una ideología fanática o una personalidad perversa puesto que Eichmann no era un monstruo sádico sino un burócrata obediente.

“Ni monstruos ni cruzados, hombres comunes,
de los que hay miles en la sociedad
esos son los hombres útiles al campo de
concentración. Hombres como nosotros,
esa es la verdad difícil, que no se puede admitir socialmente”.
Pilar Calveiro

Lecturas del presente

El que desaparece estuvo, existió. Pero para los nazis

o Videla no se le quita entidad humana a aquello que

no tuvo vida. Lo que no fue persona (un judío para el

nazi, o un detenido para el militar de la dictadura) es

pasible de transformarse en un objeto utilitario como

un fósforo, un papel o un jabón.

Rabino Daniel Goldman

La unión de los vocablos “lucha” y “convivencia pacífica” puede desconcertar a primera vista, pero al reflexionar sobre el levantamiento del gueto de Varsovia, emergen revelaciones profundas que explican por qué estas dos fuerzas aparentemente opuestas coexisten en nuestra realidad. Este evento histórico no solo nos brinda una narrativa de resistencia contra la opresión, sino también un espejo en el que podemos cuestionar nuestra propia humanidad y la sociedad contemporánea en la que vivimos.

El paralelismo histórico entre el holocausto y el terrorismo de Estado que vivió la Argentina tiene entre sus puntos de conexión, la organización de la estructura estatal al servicio de la crueldad, fundada sobre una ideología funcional que pretendía despojar a hombres y mujeres de su característica humana. En ambos casos, la confluencia de narrativas de odio con los medios y la voluntad para llevar a cabo un genocidio, hacen posible su ejecución. Esto abre el cuestionamiento con respecto a la posibilidad de repetición de un hecho histórico tan devastador como el holocausto. 

Como sostiene Bauer (2016), incluso en los textos religiosos se pueden encontrar relatos que justifican, en términos teológicos, grandes matanzas masivas. Sin embargo, no hacen falta motivaciones teológicas, pero sí se puede establecer una conexión con la construcción de “(…) narrativas de odio” puesto que son “la base ideológica del genocidio” ya que “deshumanizan a la víctima y la convierten en un enemigo que debe ser exterminado”. 

Los genocidios, aunque no se repitan exactamente, tienden a manifestarse con características similares de especificidad, lo que los convierte en eventos de significado universal. Los discursos de odio hacia la comunidad judía tenían mucho tiempo de circulación no solo en la sociedad alemana. Con el nazismo en el poder, esos discursos se materializaron en medidas concretas que persiguieron y excluyeron a la población judía. Un ejemplo de ello fue la limitación de cupos para niños y niñas judías en las escuelas alemanas. Las narrativas antisemitas también se utilizaron para justificar la discriminación económica hacia la población judía. Se difundía la idea de que los judíos ocupaban puestos de trabajo que deberían pertenecer a los alemanes, lo que generaba un clima de hostilidad y resentimiento. Esta narrativa se vio reflejada en medidas como la partición del mercado y los negocios, que favorecían a los “ciudadanos alemanes” en detrimento de los judíos.

El empleo de discursos de odio y negacionistas por parte de partidos y gobiernos de ultraderecha son una realidad cercana a nuestra cotidianidad. En el caso de Estados Unidos, Donald Trump mantuvo durante su presidencia una discursiva antiinmigrantes y políticas de regulación de políticas inmigratorias que incluso, violaban estándares internacionales de derechos humanos y de migración. Siguiendo a Feierstein (2023) el negacionismo es un constructo ideológico que aprovecha mecanismos psíquicos de defensa y negación para manipular y conseguir un objetivo político: incidir en los procesos de disputa por las memorias colectivas. El negacionismo no niega hechos sociales, pero sí hace que adquieran distintas formas de banalización, relativización y minimalización, pudiendo además sumar un componente de paranoia sustentado en una teoría conspirativa. En el contexto actual de Argentina, observamos con preocupación el resurgimiento de la teoría de los dos demonios en el discurso del oficialismo, acompañada de relativizaciones sobre los hechos y el número de desaparecidos durante la última dictadura militar. Este fenómeno, enmarcado en un contexto de polarización política y social, enciende las alarmas sobre la persistencia de narrativas negacionistas que amenazan la memoria colectiva y los pilares mismos de la democracia.

Otro caso que ejemplifica estas nociones es la ley polaca del 2018 que prohibía discutir la responsabilidad polaca en el Holocausto. Esta ley penalizaba la mención de la complicidad polaca en los crímenes del Holocausto, lo que llevó a críticas generalizadas por parte de historiadores, organizaciones judías y gobiernos extranjeros, quienes argumentaron que la ley limitaba la libertad académica y la libertad de expresión. En respuesta a la presión internacional y las críticas recibidas, el gobierno polaco decidió derogar la ley en 2021. Esta decisión se tomó después de intensas negociaciones diplomáticas y el reconocimiento de que la ley estaba socavando las relaciones internacionales de Polonia y generando tensiones con otros países, especialmente con Israel y Estados Unidos.

La derogación de la ley representó un paso importante hacia la preservación de la libertad académica y la apertura al debate sobre el pasado histórico de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el episodio subraya los desafíos persistentes en el manejo de la memoria histórica y la responsabilidad colectiva en relación con eventos traumáticos como el Holocausto. Por esto, es importante recordar que la convivencia en la diversidad es un proceso continuo que requiere compromiso y esfuerzo por parte de todos los miembros de la sociedad. El Día de la Convivencia en la Diversidad es una oportunidad para pensar acerca de la importancia de la tolerancia, el respeto mutuo y la comprensión entre diferentes culturas. Así también, los espacios de convivencia en la diversidad no solo son un punto de encuentro, sino también un marco de análisis para reflexionar sobre nuestras propias acciones y omisiones dentro de la dinámica social. Debemos preguntarnos: ¿Qué estamos tolerando al aceptar discursos, políticas y prácticas discriminatorias? ¿Qué estamos haciendo para evitar que el Holocausto y otros genocidios se repitan? La responsabilidad de prevenir estos atroces crímenes no recae únicamente en el Estado, sino que requiere del compromiso de toda la sociedad. Como ciudadanía tenemos la responsabilidad de proteger los estándares de derechos humanos y observar su cumplimiento, es nuestra obligación pronunciar cada vez con más énfasis NUNCA MÁS.  

Nota:  Recordemos que la memoria y la educación son pilares fundamentales para construir un futuro donde la tolerancia, el respeto y la convivencia pacífica sean valores que nos guíen. Solo así podremos honrar el legado de quienes lucharon por un mundo mejor y evitar que la historia se repita. Este texto fue elaborado gracias al material bibliográfico y audiovisual disponible en educ.ar canal Encuentro. Ambos espacios digitales son parte de nuestro patrimonio cultural y frente a los recortes en el presupuesto educativo y el despido del personal técnico y académico, su continuidad es incierta.

Sitios recomendados: 

Memoriales en Argentina: https://www.educ.ar/recursos/158641/memorias-del-holocausto-en-argentina-un-mapa-de-espacios-arc

Sara Rus: https://encuentro.gob.ar/programas/serie/8551

Ciclo de Entrevistas “Narrativas negacionistas: las escuelas frente a los discursos de odio”.

https://www.educ.ar/recursos/158628/narrativas-negacionistas-las-escuelas-frente-a-los-discursos

Escrito por Carolina Córdoba

Licenciada en Relaciones Internacionales. Docente en la Universidad Católica de Salta. Coordinadora del Laboratorio de Ideas y Análisis Político. Co- fundadora de la Asociación Civil Caminar con Valores. Estudiante de la Maestría en Derechos Humanos y Democratización para América Latina y el Caribe (CIEP- UNSAM). 

Bibliografía

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