MÉDICO con mayúsculas

- EDITORIAL

MÉDICO con mayúsculas
MÉDICO con mayúsculas

Al médico clínico Munir Dantur lo llamaron en vida, ‘el médico del pueblo’. Desde que yo recuerdo, siempre brindaba atención a quienes no tenían cómo pagar. Sin embargo, la gente con pocos recursos económicos le agradeció el gesto llevando pan, dulces, huevos, gallinas, quirquinchos, charatas, corzuelas, lechones, cabritos o cualquier producto de preparación casera.

Mi padre supo ser un extraordinario médico clínico que empatizaba totalmente con sus pacientes. Pero lo que más destaco de su personalidad,  fue la extrema simpleza y sencillez que lo hacía un ser humano querible, amigable y comprensivo por demás.

Sería presuntuoso enumerar sus logros profesionales ya que se destacó en diversos puestos de trabajo, llegando al lugar más alto que se le permitía. Solo quiero hacer referencia a esta imagen que lo muestra de cuerpo y alma, cuando ya estaba próximo a dejar este mundo. En la fotografía realizada en el Hogar de Ancianos Manuel Navarro Selva de la ciudad de Joaquín V. González, se lo observa entremezclado con sus pacientes compartiendo un locro patrio.

Es por eso que en esta nueva conmemoración del Día del Médico (3 de diciembre), quisiera dedicársela a todos esos trabajadores de la salud, que al igual que mi padre, fueron también ‘médicos del pueblo’. Todavía quedan algunos, pero lamentablemente las vicisitudes de la economía actual, los están haciendo una ‘estirpe en vía de extinción’.

“Para ser un buen médico, antes hay que ser buena persona”. Esta sentencia del médico argentino Juan Carlos Giménez se hizo viral en Twitter hace pocos meses.

Como decía el Dr. Giménez en otro tweet: “Ser médico es tener que lidiar con el sufrimiento del paciente, teniendo la certeza de que no habrá solución”.

Los que practican la medicina, y aquellos que la reciben, seguramente estarán de acuerdo con los tweets del Dr. Giménez. No es una cuestión elitista, que los médicos sean una clase diferente, ungidos directamente por el Espíritu Santo, o que sean una especie de aristocracia intocable. Es mucho más sencillo: ser médico es muy importante porque nos ocupamos de la salud y la enfermedad de las personas, y para hacerlo bien hay que saber muchas cosas y, además, ser de una determinada manera. Esa ´manera de ser´ puede venir de fábrica, de casa o ser aprendida durante la formación médica pero, indiscutiblemente, el médico debe estar hecho con una buena madera. Porque, como ha señalado el cineasta José Luis Garci, el médico tiene que querer a sus pacientes, tiene que ser buena persona.

Afirmar que “para ser médico hay que ser buena persona” es una derivada del aforismo que dice que no podemos dar lo que no tenemos. Un médico tiene que buscar lo mejor para sus pacientes: cuidarles individualmente y a la vez considerar el contexto general, saber priorizar lo más relevante, comprenderles y hacerles saber que les entiende (ser compasivo y empático), dar una atención excelente, etcétera, etcétera. No es posible hacer todo esto sin esfuerzo, sin creer en lo que se hace y, sobre todo, sin ser buena persona.

Un médico no puede comprender a los pacientes si no es comprensivo. No puede consolar si no es compasivo y tiene habilidades para comunicar.

El objetivo de la medicina es la salud de los enfermos y el médico tiene que estar comprometido con ello. No se trata de cumplir con un trabajo, de ser meramente un buen profesional, sino de atender de forma excelente las necesidades y requerimientos de la persona enferma. El acto médico obliga al profesional a poner sus conocimientos y habilidades al servicio de cada persona enferma.

La ética de la virtud no dice lo que hay que hacer, sino la clase de persona que hay que ser, en este caso de médico. Un médico virtuoso será aquel que posea las virtudes que le permitan ejercer la profesión plenamente. Como las virtudes (hábitos o rasgos del carácter) se adquieren por esfuerzo y voluntad, para adquirirlas resulta esencial una adecuada educación, en nuestro caso en las virtudes profesionales de la medicina, entre las que podríamos incluir honestidad intelectual, benevolencia, humildad, confianza, compasión, prudencia o responsabilidad. Teniendo claro el objetivo (dar la mejor atención posible a los enfermos), las virtudes surgen espontáneamente. Lo difícil es perdurar, es para mí una satisfacción personal poder cumplir veinticinco años en el ejercicio de mi especialidad.

Entendemos  que el actual sistema de acceso a la universidad en España (nota de corte en las públicas y recursos económicos y una nota menos exigente en las privadas) apenas tiene en cuenta las actitudes (la vocación) del candidato, tenemos que focalizar los esfuerzos en la educación del carácter del médico una vez admitido en la universidad y al finalizarla. Durante la residencia y después, con el ejercicio profesional, se tiene que continuar trabajando el compromiso del médico con el paciente. De este compromiso surgirán las actitudes y disposiciones (las virtudes) que debe tener un médico para ser un buen médico. Es decir, una buena persona que ejerce la medicina. Finalizamos con otro tweet de Juan Carlos Giménez: “Ser médico no es un oficio más, es una filosofía de vida. El que elige Medicina no elige una profesión sino una forma de vivir”.

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